Chromecast gusta. Y mucho.

Google ChromecastHasta hace poco se creía que nuestra mente, para que crease un hábito natural y cotidiano, necesitaba una repetición de tal acción de aproximadamente 21 días. Si lo pensamos fríamente, con la inclusión de la tecnología en nuestra vida cotidiana, es probable que sea cada 21 días cuando cambiamos el hábito de consumir la cultura y el ocio digital, tal y como lo entendemos actualmente.

Quizás, cuando el primer fotógrafo se pasó 21 días cámara en mano, capturando bajo la camera obscura todo cuanto veía alrededor, muchos vaticinaron el final de la era pictórica. Lo mismo pasaría con la llegada del cine y la muerte del teatro y por supuesto, la televisión que acabaría mudando todo el ocio audiovisual a nuestras casa. Pero, ¿qué pasó con la llegada de internet? Supuso un auténtico Apocalipsis a las reglas establecidas.

 

Ahora que hemos perdido el norte, que los mercados de la cultura se dan de bruces con las necesidades establecidas y sobre todo ahora, que es el consumidor el que marca las trazas a seguir, ha bajado del firmamento un ente (no sabemos si desde el cielo o el infierno) a marcar las directrices del consumo e intentar poner algo de orden en todo este caos. Sin duda, hablamos de Google. El omnipotente y omnipresente ojo, salido de la mismísima novela 1984 de Orwell, que a pesar de sus maldades, está en la cumbre de la innovación, y por consiguiente, cambiando nuestros hábitos de consumo de ocio y cultura.

 

¿Ha tenido que llegar Chromecast TV para reinventarlo todo? Probablemente no, pero ha sido la guinda de un pastel por el que ha pasado desde la Ley de la Propiedad Intelectual hasta Series.ly y Netflix. Así que no hablemos del uso de este aparato, sino de sus consecuencias. Mientras tanto, ya lo adelanto. Chromecast me gusta, y me gusta mucho.

 

A pesar de la existente fiebre por lo inalámbrico, Google, he de aclarar, que se ha tomado las cosas en serio. Después del ya irreconocible Nexus Q, -ese predecesor artilugio que más bien parecía la bola de cristal con la que adivinar el futuro- aprendió la lección de que los consumidores de “mucho” (mucho cine, muchas series, mucho audiovisual en general) requeríamos urgentemente de la sofisticación y una mano blanca que salvase la experiencia en casa. Como no todos optábamos por convertirnos en talibrand de la manzana mordida y tener un Apple TV, ni tampoco eran tiempos de desembolsar ingentes cantidades de dinero por una Smart TV, las opciones eran tan precarias y tan “made in china” que mejor opción era aceptar que ante los grandes, estábamos mudos.

 

Ahora ya no. Chromecast se ha convertido, ya por inercia y costumbre, en el centro neurálgico multimedial allá donde voy. Ocupa un puesto privilegiado en el “maletín de primeros auxilios geek”, donde guardo aquello que me acompaña en mi día a día. La experiencia de usuario que transmite la facilidad con la que reproducir contenidos, es como poco, excelente. Y no sólo eso, socialmente se integra muy bien entre los grupos de interés, sobre todo por su bajo coste y fácil instalación. Se convierte sin duda, en la decadencia del puerto HDMI en las computadoras y por consiguiente, en que ya mi salón no parezca una carrera de vallas cada vez que quiera ver una película.

Y de esta manera, Google recupera el “trono de hierro” que le fue arrebatado por Apple. Y hablando de tronos y de juegos, hay por ahí una cuarta temporada de una serie muy conocida que veré, sin duda alguna, a través de un aparato llamado Chromecast.

 


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